El guardameta polaco, clave en la conquista de los tres títulos de la temporada pasada, acepta con naturalidad su rol como suplente y se centra en guiar al joven portero español en su proceso de consolidación en la élite.

El nuevo papel de un veterano

Lejos de incomodarse por dejar de ser protagonista, Wojciech Szczesny ha decidido abrazar una función diferente en el FC Barcelona. Tras firmar en verano su renovación por una temporada, más otra opcional, el ex de la Juventus reconoce que su responsabilidad ahora es preparar a Joan García. “Soy suplente y, salvo sorpresas, seguiré siéndolo. Mi función esta temporada es preparar a Joan lo mejor posible para los partidos”, admitió con sinceridad.

La transición no ha sido fácil para un portero acostumbrado a la presión del día a día, pero Szczesny se muestra satisfecho de aportar desde un lugar distinto. “Estoy muy orgulloso de desempeñar este papel, ya que me prepararon para ello desde la firma de mi nuevo contrato”, explicó el polaco, quien fue fundamental en la consecución del triplete azulgrana.

Fe ciega en Joan García

Pese a los pocos meses de trabajo juntos, Szczesny no duda del talento del joven guardameta español. “Creo que es un portero con un potencial increíble, que ya se encuentra entre los mejores de Europa físicamente”, aseguró. La experiencia del polaco se convierte en un respaldo vital para Joan, que afronta el reto de sostener el arco azulgrana en una temporada cargada de exigencias.

El propio Szczesny subraya que la mayor prueba de su compañero será lidiar con la falta de experiencia al máximo nivel. “No es fácil jugar cada tres días bajo tanta presión. Eso es algo que debe aprender”, comentó, dejando claro que su misión es ayudarlo a encontrar constancia y equilibrio en cada partido.

Orgullo y compromiso

Lejos de mostrar frustración, Szczesny transmite serenidad y compromiso con el proyecto del Barça. “Intentaré ayudarlo a mantener un nivel constante durante toda la temporada. Espero poder contribuir a su éxito”, recalcó. Sus palabras reflejan la madurez de un futbolista que ha sabido adaptarse a un rol secundario, poniendo el bien del equipo por encima del brillo individual.