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Carlos Alcaraz repite como campeón de Wimbledon tras destrozar a Djokovic
Carlos Alcaraz juguetea con una pelota. La pasa entre sus piernas mientras mira a su banquillo. Tiene la final de Wimbledon bajo control, pero bajo un control en suspense, porque al otro lado de la pista está Novak Djokovic, el que siempre vuelve y el que te puede salvar tres puntos de partido. El serbio, atónito ante la superioridad del español, se ha quedado sin violín para celebrar. Es zarandeado de lado a lado. Golpeado como no había hecho nadie desde Rafa Nadal en Roland Garros, obligado a perder una final sin casi aparecer en ella (6-2, 6-2 y 7-6 (4))
Alcaraz transformó su papel de promesa en el de favorito para esta edición, pero no se esperaba que agregara la etiqueta de monstruo, de devorador de títulos. Porque el español no solo venció a Djokovic, algo que han logrado varios en la historia, consiguió reducirle hasta el mínimo, borrarle de la pista, a propinarle una de las mayores palizas de su carrera. Y lo hizo con una sencillez que asusta a cualquiera que pretenda ser su rival en los próximos años.
Porque Alcaraz, con 21 años, igualó los cuatro Grand Slams de Manolo Santana, se convirtió en el sexto hombre en lograr el doblete Roland Garros-Wimbledon y es el primer español en revalidar el título en la Catedral. Alcaraz necesitó de un cuarto de hora y cinco bolas de “break” para doblar por primera vez la mano del serbio, pero a partir de ahí no frenó. Era como si Djokovic tocase el violín y Alcaraz disfrutara bailando con él.
El español era un espectáculo de dejadas, contradejadas, contraataques y dominio. Djokovic tocaba la pelota muy limpia y era capaz de dirigirla, pero Alcaraz siempre la devolvía fuerte y mejor. Y lo más sorprendente es la calma con la que lo hacía. Con medio partido, 6-2 y 1-0 a favor, el murciano se paseaba por su lado de la pista jugueteando con la pelota y pensando cuál sería el siguiente truco con el que desesperaría al campeón de 24 Grand Slams, el hombre que quería el récord de ocho Wimbledon de Roger Federer y que se topó con Alcaraz defendiendo el legado de su ídolo.
Esta vez enfrente estaba un campeón de Grand Slam, número uno y dominador del presente y futuro de este deporte. Aun así, Djokovic rozó la reacción. En el sexto juego del tercer set, dispuso de su primera bola de rotura desde el primer parcial y Alcaraz, que la salvó con un servicio casi ganador, desactivó cuatro iguales en su momento de más apuro.
Los gritos de "¡Nole, Nole!" no tardaron en ser desplazados por los de "¡Carlos, Carlos!" y ni siquiera los sarcásticos "Come on England" desestabilizaron a un Alcaraz lanzado hacia el triunfo, hasta que llegó al abismo que supone sacar para Wimbledon contra Djokovic.
A Alcaraz, que ya le pasó el fantasma de Roger Federer en esta pista en 2019, le tembló el pulso como también le ocurrió a Andy Murray en 2013. Se puso 40-0 con su saque, tres puntos de partido. En un festival de golpes a la red y errores, y un inoportuno cántico de un aficionado de "Campeones, campeones", Alcaraz perdió los cinco puntos siguientes.
Se metió en un jardín del que pocos salen, en el que muchos se hunden. Habiendo acostumbrado a sus seguidores a dosis de sufrimiento durante todo el torneo, la final no fue excepción. El tercer set, que de haberse perdido hubiera supuesto una brecha importantísima, se fue hasta el 'tie break' y ahí Alcaraz demostró que, pese a los nervios, sigue siendo el mejor.
Con 5-4 arriba en el desempate, a dos puntos de la victoria, Alcaraz rompió a Djokovic con una dejada primero y no dejó que los nervios le atenazaran con el quinto punto de partido. El resto al segundo saque se quedó en la red y Alcaraz tiró la raqueta y se giró hacia su banquillo. Carlos Alcaraz es el mejor y ni siquiera Djokovic en Wimbledon puede discutirlo.